Lila Gianelloni tiene la infrecuente virtud de iluminar con un resplandor singular —inconfundiblemente suyo— todo lo que cuenta. La mirada que echa sobre el mundo que la rodea, la agudeza con que ahonda en las relaciones familiares y de amistad —o de in-amistad—, la voz engañosamente calma con que nos comunica ese mundo y esos vínculos, hacen que cada hecho narrado, por mínimo que parezca, nos sorprenda y nos cautive. ¿Se puede descubrir dignidad en una gallina?, ¿rastrear cierta escondida trama familiar detrás de una muñeca a la que le faltan los ojos?
Bienvenidos a Luján, Tierra de Fe. Así recibe la ciudad cristiana a todas las personas de bien que llegan a visitarla. Mejor dicho, no a todas. A algunas quiere expulsarlas. Sin embargo, se quedan, luchan y se aferran a su lugar.
El Almas existió, pero Héctor Jacinto Gómez, lejos de la crónica, construye una novela que emociona y enfurece. La noche gay y la fiesta travesti ponen en vilo a la dueña de la ciudad: la Iglesia. El Almas se enfrenta a la tradición, al gaucho, a la cruz. Esta es su historia y la de su mentora, Peona, la trava pobre que accede al colegio fino, la trava enamorada, justiciera, triste y radiante. Y de Laura, la maestra de escuela que entiende que esa lucha también es la de ella.